martes, 16 de abril de 2013

Coloquios "Zaragoza en verde"

En el marco de la Exposición «Zaragoza en verde. Urbanismo desde el paisaje» que aloja el Centro Ambiental del Ebro, en la plaza de Europa (Zgz), hasta el próximo 28 de Abril, se han organizado dos Coloquios, para tratar de una manera más pormenorizado las propuestas expuestas. Los trabajos a tratar en cada uno de los Coloquios-presentaciones se han organizado por zonas, para que puedan asistir vecinos, organizaciones o asociaciones interesadas en alguna de las zonas en particular.

El programa es el siguiente:
Miércoles 17 de abril, de 19,00h a 21,00 h.
Zaragoza Norte y la huerta
Juslibol-Parque Goya-Picarral-San Gregorio-Mercazaragoza

Jueves 25 de abril, de 19,00h a 21,00 h.
Zaragoza Este y la desembocadura del Gállego
Vadorrey- Avenida de Cataluña - Cogullada

Además, en el Coloquio del próximo miércoles 17 de abril contaremos con la presencia del colectivo Paisaje Transversal (http://www.paisajetransversal.org/2013/04/exposicion-zaragoza-en-verde-urbanismo.html).

Os esperamos a todos los que estéis interesados.


viernes, 12 de abril de 2013

ZARAGOZA EN VERDE. Urbanismo desde el paisaje

Nos interesa la idea del paisaje como herramienta de conocimiento, como proceso y como medio; como proyecto capaz de desarrollar una ecología espacio temporal que trabaje con todos sus agentes y sus relaciones en clave de sostenibilidad y legibilidad del territorio. En esta exposición se exponen los trabajos realizados durante el semestre de otoño en el Taller de Urbanismo, Territorio y Paisaje de la EINA. Se propone una mirada contemporánea del paisaje, como herramienta y como lugar, como proyecto a todas las escalas. Se propone reflexionar sobre las estrategias más adecuadas para dar respuesta a situaciones problemáticas y oportunidades de intervención en determinadas áreas periurbanas sobre las que se despliega el tramo norte del Anillo verde de Zaragoza.




1. Las claves del análisis.

Proyectar desde y con el paisaje implica un conocimiento profundo de la multitud de variables y procesos que lo configuran. No se trata de una aproximación sectorial y especializada, sino de una interdisciplinar, holística e integradora.

Desde que en 1969 se publica por primea vez la obra de Ian L. McHarg Proyectar con la Naturaleza el análisis del territorio- paisaje surge como una herramienta para la planificación anticipando la necesidad de un cambio de modelo en la metodología de elaboración del planeamiento. Se propone abandonar los planes basados exclusivamente en el desarrollo de la forma urbana dando el paso a otros centrados en un entendimiento ecológico del territorio. Este planteamiento toma como base la comprensión del territorio como sistema compuesto de elementos naturales y de otros antrópicos. Las actividades humanas constituyen un elemento más de este sistema y la manera en la que se localizan espacialmente modifica su comportamiento. Se propone una valoración de los suelos y de sus usos a partir del análisis de los distintos elementos en los que podemos descomponer el territorio. Esta metodología se ha ido completando y ampliando con la incorporación de cuestiones vinculadas al territorio y sus relaciones ecológicas, Forman (1995) y a las cuestiones sociales y culturales, incluso lo fenomenológico e identitario, Nogué (2007-2008); hasta conseguir abarcar así todo el universo espacio-temporal que configura el entorno del hombre.

En nuestro país, por ejemplo, los trabajos llevados a cabo por Rosa Barba, Xavier Eizaguirre, Joaquín Sabaté, Rafael Mata o Joan Nogué, entre otros, han avanzado una nueva aproximación al paisaje elevándolo a escalas desconocidas para la planificación. Todos ellos apuestan por un análisis del medio basado en la caracterización frente a la valoración cuantitativa, un análisis descriptivo, casi narrativo, que se convierte en el argumento del propio proyecto. La caracterización exige de la complementariedad de cartografías, textos e imágenes capaces de involucrar todos los contextos estructurales y texturales, naturales y antrópicos, las dinámicas, los procesos, los valores, incluso las debilidades y potencialidades de un territorio, de un paisaje.

Conocimiento y creatividad se funden de la mano de mapas y dibujos expresivos, reveladores y necesarios.


Fig 1 : Plano Morfológico de Gran Canaria. Rosa Barba.
Fuente : Equip BCPN (2010). Rosa Barba Casanovas 1970-2000 Obras y Escritos, Asflor Edificiones. Barcelona.

Pero además no debemos olvidar que el paisaje es el entorno del hombre, el reflejo de una sociedad, por lo tanto, los procesos participativos en paisaje, aunque no exentos de complejidad, son más asequibles para la ciudadanía. De la experiencia americana hemos aprendido también que estrategias que requieren de la implicación de varios agentes y cuya acción se manifiesta a lo largo del tiempo, necesitan de un apoyo ciudadano que sólo es posible si el proyecto da respuesta a los programas que la sociedad demanda. Nuestro papel como planificadores del paisaje consiste, por lo tanto, en espacializar estos procesos y programas (naturales y antrópicos) dotando de funcionalidad, legibilidad y calidad a nuestras propuestas.


Fig 2 : Proceso de participación dede paisaje.
Fuente : Paisatge i participació ciutadana. Documents 01. Observatori del Paisatge de Catalunya. Olot (2010).


Del este modo, el paisaje nos permite adentrarnos no solo en la dimensión natural, sino también en la antrópica, aplicando el concepto de ecología a lo humano y al resultado de la interacción de éste con la naturaleza, superando de esta manera las carencias que el tradicional método ecológico nos ofrece. Además la mirada contemporánea del paisaje abarca todo el territorio, no teniendo que ver unicamente con la valoración de paisajes simbólicos, naturales o excepcionales. El paisaje se convierte así en un elemento integrador, en un derecho, en un elemento de la calidad de vida de las poblaciones.

Durante los últimos 30 años hemos asistido a ambos lados del Atlántico, a un reconocimiento del paisaje como instrumento necesario para aproximarse al conocimiento profundo del territorio y sus procesos. La escala del paisaje se considera entonces como el marco apropiado para la consecución de un análisis en clave de sostenibilidad capaz de dirigir los procesos contemporáneos de ocupación del suelo. No en vano, las aproximaciones desde la gran escala han sido las elegidas mayoritariamente por los organismos nacionales e internacionales para desarrollar sus políticas de sostenibilidad.

Al mismo tiempo que ha ido evolucionando el concepto de paisaje, su estudio ha experimentado una transformación cultural y metodológica que se ha reflejado no sólo en textos y autores, como los anteriormente descritos, sino en su incorporación como disciplina propia en distintas universidades. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el proyecto de paisaje se ha convertido en el nuevo paradigma de la cultura contemporánea y que supone en nuestros días un reto para profesionales de distintas disciplinas involucradas en la gestión del territorio.

2. El paisaje como proyecto.

A ambos lados del Atlántico las estrategias basadas en un entendimiento holístico del paisaje han emergido como un modelo para la planificación contemporánea a todas las escalas. Una herramienta ya no sólo de análisis sino de proyecto, el soporte espacio temporal de la planificación, su medio1. Podemos destacar entre estos los estudios de Stan Allen (2001), James Corner (1999), Mohsen Mostafavi (2010), Chris Reed (2007), Charles Waldheim (2006) o Sébastien Marot (1999), entre otros. Todos estos ensayos y propuestas se benefician de los tradicionales textos de planificación regional y ecológica desde Patrick Geddes (1915) a Benton Mackaye (1942) y desde Lewis Mumford (1964) a Ian L. McHarg (1969) .

Muchas de estas reflexiones y propuestas surgen como reacción al modo en el que se ha producido el paisaje contemporáneo. Un modelo que podríamos denominar sin criterio en el que el potencial de un lugar se consume contraponiendo el lleno al vacío, la ciudad frente a la naturaleza, lo ordenado frente a lo conservado. Propuestas sin estructura, sin referencia a un marco territorial más amplio, que han dado como resultado paisajes ineficaces y banales. En contra de estos presupuestos, proyectar desde el paisaje supone concebir éste como el soporte infraestructural desde el punto de vista ecológico, social y cultural. Surgen en este contexto nuevas metodologías de aproximación territorial, un nuevo repertorio de estrategias sostenibles capaces de ofrecer una amplia paleta de tipologías a caballo entre el proyecto y el paisaje. Para ello es necesario prestar una atención detallada a sus componentes y a sus condiciones pero también a su configuración y programa, activando de este modo el espacio.

Entre estas estrategias podemos encontrar un conjunto interesante de proyectos que tienen como hilo conductor crear una infraestructura verde capaz de dotar de funcionalidad al territorio-paisaje, incorporando programas que van desde la mera protección, el turismo, la agricultura o el ocio. Estos proyectos toman como principio la búsqueda de la conectividad ecológica y la naturalización de los espacios, así como una nueva funcionalidad de estos territorios, orientada la mayoría de las veces, a su recuperación total o parcial como espacios de relación y cohesión social a escala territorial o urbana. Estos proyectos permiten además dotar de legibilidad a los paisajes, especialmente en aquellos ámbitos sometidos a intensos procesos de urbanización. Son las infraestructuras y anillos verdes, las redes y los corredores.

Sin salir de nuestras fronteras, el anillo verde de Vitoria o el proyecto Madrid Río son algunos de los mejores exponentes de este conjunto de proyectos.



Fig 3: Anillo Verde de Vitoria.
Fuente: El anillo Verde Interior. Foro Urbano de Paisaje, Vitoria (2012).



Fig 4 y 5: Proyecto Madrid Río, Arquitectos: Burgos & Garrido / Porras La Casta /Rubio & Álvarez-Sala / West 8; Director de equipo: Ginés Garrido.
Fuente: Burgos & Garrido.


Aunque todas estas estrategias se encuentran relacionadas, resulta interesante llamar la atención sobre un conjunto de proyectos en los que el paisaje se concibe no solo como un modelo ecológico y formal, sino como un modelo de concepción de procesos. De esta manera territorios que nos parecerían inabarcables se incorporan a nuestra gestión cuando se introduce una programación dinámica y se trabaja con los procesos naturales. Los trabajos de James Corner + Stan Allen para el concurso de Downsview Park (2000), el proyecto de Corner para Fresh Kills Park (2006), o los proyectos de Michael Desvigne para Burdeos (2000) son algunos de los exponentes más reveladores de este conjunto de estrategias.



Fig 6: Fresh Kills Park: James Corner.
Fuente: Draft Master Plan, New York City department of City Planning, New York, (2006).



Fig 7: Plan de desarrollo urbanístico y paisajístico Bordeaux-Rive droite, Burdeos. Michael Desvigne (2000-2004).
Fuente: (2009) Intermediate Natures: The Landscapes of Michel Desvigne. Birkhäuser. Basel, Boston, Berlin.

Todos estos trabajos ponen de manifiesto la capacidad del paisaje como proyecto holístico del territorio en sí mismo. Es precisamente esta mirada comprometida con los valores naturales y culturales, pero a la vez creativa, la que resulta interesante recuperar para la planificación. Especialmente en escalas, como la territorial, en la que se parece haber renunciado al proyecto de paisaje.


3. ZARAGOZA EN VERDE. Urbanismo desde el Paisaje.
Estas reflexiones están en la base los trabajos que han realizado los alumnos de Urbanismo 4 del Grado de Arquitectura en la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de Zaragoza durante el pasado semestre y que se exhibirán en el Centro Ambiental del Ebro desde el próximo miércoles 27 y durante el mes de Abril.

En efecto, la asignatura Territorio y Paisaje se ha desarrollado en el tramo norte del Anillo Verde de Zaragoza, recientemente señalizado por el Ayuntamiento de Zaragoza. En este sector, el Anillo es en realidad un itinerario que pretende en el futuro consolidar un recorrido ambiental y ecológico. Sin embargo, en la actualidad, es un camino que en muchos puntos presenta considerables discontinuidades y estrechamientos, además de una legibilidad interrumpida por otras construcciones que lo alteran y lo devalúan. Esta situación no hace sino poner de manifiesto la necesidad de revisar la manera en la que la ciudad de Zaragoza está planteando su relación con su campo agrícola circundante, y con los espacios naturales próximos.

Los trabajos que ahora se exponen aportan claves para poder mejorar esta relación, planteando en primer lugar estrategias generales de conectividad ecológica una vez han interpretado las claves del paisaje del norte de Zaragoza, y posteriormente realizando propuestas en ámbitos más restringidos, que validan y confirman las posibilidades planteadas en los esquemas de intervención generales.

La lectura de los CAMINOS TRADICIONALES, como sistemas de ligazón histórica entre la ciudad y su territorio, como parte del sistema del agua (molinos, fábricas, diferentes asentamientos) es el hilo conductor que permite apoyar el proyecto de territorio bajo la premisa de la conservación del patrimonio, entendido en sentido integral, que puede convertirse en argumento principal de intervenciones futuras. Miguel Ángel Campos, Jessica Martínez Martínez y Eva Martínez Oca han elegido el Camino de Los Molinos como punto de arranque de una intervención que resuelve con naturalidad el tramo entre el barrio del Picarral y el barrio de San Gregorio, planteando la reconversión de las zonas industriales y la recualificación de las fachadas hacia esta vía urbana, ahora reinterpretada. Miguel Ángel Damián, Santiago Elías y Manuel Esteban adoptan también este itinerario como argumento para su propuesta, pero desde una escala territorial. Han ampliado su propuesta hasta el barrio de San Juan de Mozarrifar, con un planteamiento de reutilización de lo heredado, si éste es capaz de albergar nuevas demandas urbanas. Joao Alves, Alejandro Alda, Daniel Calvo y Carlos Vidal apoyan su intervención en el Camino de Juslibol, y rescatan su traza para poder articular de una manera exitosa la transición entre el barrio del ACTUR y el Galacho de Juslibol.

Caminos tradicionales.
M.A. Damián, S. Elías, M. Esteban.

La formalización de nuevos CORREDORES O CUÑAS VERDES es una estrategia que permite dotar de funcionalidad ecológica y de legibilidad a la estructura verde de la ciudad y favorecer una conexión articulada y coherente entre el espacio urbano y el territorio natural que lo circunda. Y no desde un planteamiento proteccionista, de conservación estricta de lo verde, sino desde el deseo de que estas nuevas venas verdes conformen los nuevos espacios públicos del entorno de nuestra ciudad. Paula Gordo, Azucena Guerrero y Beatriz Nitulescu proponen un nuevo corredor entre San Gregorio y Malpica, un espacio equipado en el que una nueva estación de cercanías, o un nuevo mercado agro-ecológico, asumen un papel clave en este nuevo entendimiento de una ciudad articulada en torno a nuevos espacios urbano-agrícolas pensados y diseñados desde una escala amplia. Daniel Estabén, Javier Sancho y Antonio Sánchez proponen un sistema de cuñas verdes en el barrio de Vadorrey, sobre un espacio hoy difuso, en el que el planeamiento puede articular diferentes vocaciones de las bandas territoriales mediante un sistema de infiltraciones bien dispuestas del territorio de la desembocadura del río Gállego y las áreas del Este de Zaragoza. Sergio García y Alicia Gracia también plantean un conjunto corredores como elementos de articulación espacial, y plantean para el espacio comprendido entre el Campus norte y el barrio de Parque Goya un interesante sistema de corredores, que conectan los Pinares del monte de San Gregorio con los espacios de la cuña verde formada por la Avenida de los Pirineos, resolviendo de esta manera la insatisfactoria relación entre Campus y ciudad, que es en la actualidad todavía más preocupante si se analiza el vigente Plan Especial del Campus.

Cuñas verdes. D. Estabén, J. Sancho y A. Sánchez.


Generalmente las grandes infraestructuras, ya sean éstas ferroviarias, viarias o de otro tipo, han generado discontinuidades y rupturas de difícil resolución en el paisaje. El planteamiento de INFRAESTRUCTURAS VERDESasume el potencial que tienen estas obras para conformar nuevos territorios si en su diseño se consideran de una forma clara postulados paisajísticos. Pilar Viamonte y Beatriz Palaciosplantean la prolongación de la Ronda de Boltaña hacia el Este, hasta alcanzar el Tercer Cinturón de Zaragoza, conformando por tanto un recorrido de circunvalación intermedia continuo, y que asume el papel de vertebrar un nuevo parque lineal, apto para el tránsito de bicicletas y peatonales, y resolviendo uno de los problemas más importantes de esta zona de la ciudad: la imposibilidad de conectar en sentido transversal esta orla urbana, desarrollada tradicionalmente en base a unas directrices estrictamente centrípetas. Inés Benito y Lucía Ferrer adoptan el mismo ámbito de trabajo, su visión de la infraestructura va más allá, y plantean junto a ella una depurada estrategia de naturalización de todos los desarrollos urbanísticos previstos en esta franja, con sutiles ordenaciones y estudios formales, que proponen alternativas a los habituales desarrollos de tramas ortogonales sobre el territorio de la huerta.

Infraestructuras verdes. B. Palacios y P. Viamonte.


Otras propuestas parten de una lectura más atenta a las condiciones actuales de los tejidos urbanos consolidados, y encuentran en ellos argumentos que pueden utilizarse para implementar ESTRATEGIAS DE TRANSICIÓN, que plantean distintos mecanismos de conexión e integración de lo urbano con los sistemas agrícolas y naturales colindantes. Cristina Palacio y Pilar Villuendas resuelven con un sistema de “plazas de transición” la orla que se dispone entre la Avenida de Cataluña, Vadorrey y el tramo de la desembocadura del río Gállego. Su atenta disposición a todos los aspectos que dotan de permeabilidad a la nueva ciudad, no solo en la disposición de los edificios si no también en el diseño de las infraestructuras verdes y de los pavimentos de los espacios de conexión, conforma una solución muy coherente e integradora. En su propuesta, Pablo del Castillo, Alejandro Lezcano y Alvaro Martín apuestan por la reconversión del Polígono de Malpica en un eco-barrio, y su propuesta analiza los edificios y las infraestructuras que deben conservarse en este nuevo escenario. Sandra Liarte y Ana González identifican los puntos de encuentro social, las intensidades en los usos urbanos, y la configuración de estos espacios, de las plazas y calles de la ciudad existente. Y a partir de ellos proponen una nueva manera de entender este sistema de focos, como catalizadores urbanos que desarrollan una estructura que asemeja a la de un sistema de raíces o rizomas, pero que conforma una estrategia útil para conformar los nuevos espacios en la periferia urbana. Por último, Ana Alastruey, Carol Casanova y Silvia Castán presentan una muy creíble configuración de los nuevos desarrollos de Vadorrey, conjuntamente con una revisión de los tejidos consolidados de Cogullada. El Gállego y el papel del nuevo corredor verde dispuesto a lo largo del sistema ferroviario conforman una propuesta muy sugerente de plena integración ciudad-huertas-río.

Estrategias de transición. A. González y S. Liarte.


Las propuestas de esta exposición no tienen como objetivo resolver la ordenación de ningún ámbito en particular, con un planteamiento concreto o finalista. Pero muestran una nueva manera de afrontar la forma de hacer ciudad. En definitiva, proponen que nuestros planteamientos incorporen, desde el primer momento, las lógicas y los condicionantes de los procesos naturales que existen en nuestros ríos, en el freático, en los sistemas agrícolas heredados, en las acequias, en los caminos tradicionales, en la vegetación, en el relieve, etc. El reconocimiento de estos sistemas y su implantación en el territorio han de modificar la forma tradicional de nuestros planes, para conseguir un “urbanismo en verde”, un urbanismo pensado desde el paisaje.


1. Landscape is a Medium” (Waldheim, 2006: 39).

Bibliografía


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CZERNIAK, Julia; HARGREAVES, George (2007): Large Parks. Princeton Architecture Press, New York.
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FORMAN, Richard T. (1995): Land Mosaics. The ecology of landscapes and regions. Cambridge University Press, Cambridge.
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GEDDES, Patrick (2009): Ciudades en evolución. Pensamiento KRK ediciones, Oviedo. (ed. orig., London, 1915).
NOGUÉ, Joan (Ed), (2007): La construcción social del paisaje. Paisaje y teoría. Biblioteca Nueva. Madrid.
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MACKAYE, Benton (1940): Regional Planning and Ecology. Forest service, United States, Department of Agriculture. Ecological Society of America.
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MAROT, Sébastien (1999): The reclaiming of Sites. CORNER, James. Recovering Landscape. Essays in Contemporary Landscape Architecture. Priceton Architectural Press, New York. Pp. 45-58.
MATA, R.; TARROJA, À. (Coords.), (2006): El paisaje y la gestión del territorio. Criterios paisajísticos en la ordenación del territorio y el urbanismo. Diputació de Barcelona. Xarxa de municipis.
MOSTAFAVI, Mohsen, DOHERTY, Gareth (2010): Ecological urbanism. Harvard University, Graduate School of Design. Lars Müller Publishers, Germany.
WALDHEIM, Charles (2006): The Landscape Urbanism Reader. Princeton Architectural Press, New York.

http://vimeo.com/63864437

http://arquitectura.unizar.es

Profesores del Taller:

Javier Monclús
Carlos Ávila
Miriam García
Pablo de la Cal


París a dos escalas


Carmen Díez Medina

El atractivo de la bicefalia que caracteriza los viajes de estudio de 3º de Arquitectura de la EINA –organizados ya tradicionalmente por las áreas de Urbanismo y Composición– se ha confirmado un año más. Siguiendo el plan de Javier Monclús (“las ciudades hay que comenzar a verlas desde el centro”), el pasado 3 de febrero comenzamos nuestra visita parisina de 4 días partiendo de la Isla de la Cité. Las imágenes con que Albert Lamorisse desmenuzaba la ciudad en su delicado Le ballon rouge, el contraste entre la atmósfera menuda del barrio de Ménilmontant y las vistas de París a gran escala de la escena final se me vinieron a la memoria allí, en Notre Dame, cuando, encaramados a una aparatosa grada montada con ocasión de algún evento reciente, con la fachada de la catedral levantándose a tres palmos de nosotros y entreviendo las márgenes del Sena perderse en el horizonte, me quedó claro que estábamos haciendo dos viajes en uno, un mismo recorrido con gafas bifocales, una experiencia sugerentemente esquizofrénica.

Albert Lamorisse,
Le balon rouge, 1956  





Con las lentes para lejos enfocamos la ciudad medieval en la totalidad de su corazón insular; comprobamos el potencial que encierran los ríos cuando discurren por los centros de las ciudades y lo definitivo que resulta para éstas el adecuado tratamiento de las márgenes; penetramos en las escenográficas plazas barrocas (Dauphine, des Vosges, Vendôme), que en seguida incitaron a la disertación sobre los diferentes conceptos de square y place; recorrimos las intervenciones napoleónicas a partir de los pioneros soportales normalizados de la rue de Rivoli, inmediatamente citados y emulados en otras capitales europeas; nos situamos en el eje de varias de las imponentes enfiladas que abrierpercement de Hausmann en el tejido de la ciudad, tan retóricas y grandilocuentes (por parafrasear a Zevi) como generosas y monumentales; vagamos entre los idiosincrásicos pabellones de la Cité Universitaire, pateamos el área de la operación Rive Gauche en la ZAC, uno de los proyectos de recualificación urbana más complejos del momento, con sus edificios industriales reconvertidos y sus arquitecturas residenciales parlantes, y hasta nos perdimos por algún que otro deslavazado “vacío urbano”.



La salida diaria del hotel nos confrontaba con el gran agujero que, por segunda vez en cuarenta años, ha desmantelado la plaza de Les Halles y despertaba el recuerdo de otra película y otro director, la surrealista y extravagante Touche pas à la femme blanche de Marco Ferreri. La visita al Pabellón del Arsenal, en donde se expone la extraordinaria maqueta de la ciudad, fue esencial para adquirir una visión global de los diferentes periodos, crecimientos, focos, ejes, equilibrios y límites que definen la esencia de lo que es hoy París.


Fotograma de
Touchez pas à la femme blanche,
Marco Ferreri, 1974,
con el vacío del entonces recién derribado
mercado de Les Halles

Visita al Pabellón del Arsenal

Sin embargo, estas visiones a mayor escala quedaban constantemente interceptadas por una sucesión de objetos arquitectónicos que enfocábamos una y otra vez con las lentes para cerca y que, recolocados secuencialmente, permitían reconstruir con trazo certero una de las muchas posibles historias de la arquitectura francesa. En el centro de esa secuencia se encuentra, sin duda, la obra de August Perret. Delante de la infranqueable puerta del número 25 de la rue Franklin, esperando ingenuamente a que sucediese el milagro que nos permitiera colarnos en el portal, el ejercicio de síntesis salía solo: mirando hacia atrás, enganchando unos eslabones con otros, resultaba muy sencillo retroceder hasta las experiencias medievales, hasta la iglesia de Notre Dame o, si quisiéramos llegar a la raíz primera, hasta la cabecera de Saint Denis; por el contrario, dirigiendo la vista hacia lo que sucedió después, era posible vislumbrar el final del camino o, si se prefiere, el inicio de ese nuevo mundo cuya puerta abrieron prometedoramente la maison La Roche, la ville Savoye o la ville Stein. Y Perret estaba allí, a medio camino, revelándose claramente como el capítulo imprescindible que permitía conectar tanto con el primer momento brillante de la historia de la arquitectura francesa –la construcción de las catedrales góticas– como con el segundo, la cristalización de los cinco puntos de la arquitectura lecorbusieriana que tan fecundos fueron para la consolidación del Movimiento Moderno. Su aceptación del papel protagonista de la estructura en el proceso de cualificación formal de la arquitectura le había hecho granjearse esa posición.


Notre Dame de Paris,
2ª mitad del s. XII

Auguste Perret,
edificio de viviendas
 en la rue Franklin,
25 bis, 1903

Le Corbusier, Casa Citrohan,
Weissenhofsiedlung, 1927


La casa de la rue Franklin (1903) exhibía, cuidadosamente escondida tras un revestimiento cerámico, una estructura de hormigón como esqueleto organizador del edificio que, por primera vez, se asomaba abiertamente a la fachada. Entre los pilares y los forjados aparecían elementales plementos, bien de vidrio, dando lugar a generosos ventanales, bien opacos, decorados con las cerámicas florares de Alexandre Bigot que permitían reconocer el toque modernista propio del momento. La rotundidad con que se manifiesta en la fachada la estructura de pilares y forjados que sustenta el edificio –frente a la ilegibilidad de la misma en las colindantes– y la racionalidad con la que se aligeraba la estructura por medio de plementos, sugería una estrecha vinculación con las experiencias góticas que habían permitido a la arquitectura francesa ganarse para siempre un lugar en la historia. Y, entre ambas, resultaba muy fácil reconocer los eslabones intermedios, todos ellos tensados por el cable resistente de la tradición estructuralista francesa.



El primero de esos eslabones claramente reconocible una vez superadas las experiencias medievales, y tras el viraje que supuso la llegada del Renacimiento con la recuperación de los modelos romanos, también en el modo de construir, es la fachada oriental del Louvre (1670), en la que Perrault, en pleno Barroco, hizo una firme declaración de intenciones al emplear deliberadamente columnas exentas que reivindicaban la lógica de la construcción griega –gótica– frente a la que, años más tarde, Cordemoy calificaría peyorativamente como “arquitectura en relieve” romana. No resulta casual que los teóricos que durante la primera mitad del XVIII desmontaron, desde la lógica, los últimos excesos del barroco fueran franceses. La intención renovadora de Perrault era ambiciosa, tanto que llegó a revisar los planes de estudio de la Academia –eliminó la obligatoriedad de cursar Teoría de la Arquitectura Vitruviana en la Academie d’Architecture– desencadenando todo un cambio en la teoría de la arquitectura francesa. La cadena de teorías que, a partir de la revisión de Perrault, desembocaron un siglo más tarde en la publicación del Essai sur l’Architecture de Laugier (1753) acabaron produciendo una ilustración que sintetizaba, de forma inequívoca, las preocupaciones de quienes se empeñaban en recuperar para la arquitectura la lógica de la construcción.


Claude Perrault, Palais du Louvre,
columnata oriental, 1670

Marc Antoine Laugier,
frontispicio del
Essai sur  l'Architecture,
 1753


A partir de ese momento, siguiendo la convincente exhortación de la musa de la arquitectura que, sentada sobre las ruinas de la arbitrariedad a la que había conducido la decadencia del mundo clásico, señalaba como símbolo de verdad constructiva una cabaña levantada con cuatro troncos, los proyectos de los intelectuales ilustrados se volvieron de nuevo góticos; góticos y griegos a la vez, ya que explotaban aquel aspecto en el que los intereses de los arquitectos de ambos momentos históricos coincidían: la clara definición del esqueleto estructural y el reconocimiento del valor de la estructura como aspecto esencial de la nueva idea de arquitectura.



El salto, en continuidad conceptual, desde la fachada Este del Louvre a la iglesia de Sainte Geneviève de Soufflot (1755) es inmediato, si bien se necesitó casi un siglo para conseguir formalizar estas ideas íntegramente en un edificio. Los plementos con los que posteriormente fue cerrada la fachada de la iglesia, aún reconocibles desde el exterior, y las heroicas columnas que sostienen los entablamentos rectos del interior son concluyentes para identificar el nuevo espíritu que ya impregnaba, sin titubeos, la arquitectura de la razón (masa mínima con carga máxima) frente a la monolítica masividad de la Roma Imperial, rendida ante el descubrimiento del espacio.



Con tan solo cruzar la calle, frente a Sainte Geneviève, encontramos en nuestro recorrido parisino, enmascarado por una fachada neorrenacentista, el siguiente eslabón de la cadena: la biblioteca homónima de Henri Labrouste (1843). De nuevo un salto de un siglo separaba los dos objetos y, una vez más, el mismo tema se reconocía claramente legible: la reivindicación explícita de la estructura como tema esencial de la arquitectura. Labrouste se atrevía a emplear por primera vez en la historia columnas exentas de hierro colado como solución estructural para una institución pública de prestigio en una de las zonas más nobles de París. Y lo hizo incluso diez años antes de que Paxton apostara por los nuevos materiales y por un innovador sistema de montaje in situ en su programático Crystal Palace, que no dejaba de ser un invernadero gigante situado en la periferia de la ciudad. La fila central de columnas que atraviesa la cella de la biblioteca como si de un nuevo templo del saber se tratase, reavivaba, al emular las tipologías de templos griegos, la reflexión sobre la nostalgia de la Antigüedad que había invadido la arquitectura durante el siglo anterior. Y lo hacía recurriendo no a cualquier tipología de templo griego, sino a una muy específica, la más antigua, la de un templo arcaico.


Jacques-Germain Soufflot,
Sainte Geneviève, 1755

Henri Labrouste, Biblioteca Sainte Geneviève,
vista del interior, 1843

Henri Labrouste, Biblioteca Sainte Geneviève,
planta, 1843


Templo de Hera,
Paestum, s. VI a.C.

Obviando las experiencias de los arquitectos del Art Nouveau francés –en parte más decorativas que los avances más espaciales y estructurales de sus coetáneos belgas– y sin olvidar el papel decisivo que tuvieron los Entretiens y el Dictionaire de Viollet le Duc a finales de siglo –referente tanto para los arquitectos que se decantaron por explorar las posibilidades que el hierro ofrecía como por los que prefirieron el hormigón armado–, faltaría por mencionar aún un último eslabón antes de llegar de nuevo a Perret: la iglesia de Saint Jean de Anatole de Baudot (1897-1904) en Montmartre. No en vano discípulo de Labrouste y de le Duc, Baudot personaliza el esfuerzo heroico por introducir por vez primera un cemento armado experimental y casi “artesanal” en la construcción de una iglesia. Con la ayuda del ingeniero Paul Cottancin se diseñan losas de cemento armado de poca sección reforzadas con costillas a modo de contrafuertes para las piezas horizontales y ladrillos atravesados con varillas de hierro para las verticales. Un sistema que dio lugar a un monolito indeformable al quedar las dos partes unidas por medio del cemento que se virtió entre los huecos de los ladrillos. El resultado, un edificio desconcertante en su tipología (¿basilical? ¿de salón?), en su estilo (¿bizantino? ¿gótico?), pero con una vocación indudablemente estructuralista.



Anatole de Baudot,
Iglesia de Saint Jean de Montmatre, 1903


Anatole de Baudot,
Iglesia de Saint Jean de Montmatre, 1903

Estos momentos de perplejidad, estos titubeos en el empleo de los materiales (¡ladrillo armado!), nos son sino muestra de la inseguridad con la que aún se trabajaba el que luego se convertiría en el gran material del siglo XX, el hormigón armado, a pesar de que Hennebique había ya patentado en 1892 una variante consistente en bloques reforzados con barras de hierro longitudinales en su cara inferior. La incertidumbre que planteaba el sistema –aún no se había aprobado una normativa que regulara el empleo del hormigón armado– queda constatada por el hecho de que el edificio de la rue de Franklin (1903-04) lo construyera la empresa Perret subcontratando la realización de la estructura del edificio a la empresa Latron & Vincent, una filial de François Hennebique. Los edificios de vivienda que la empresa familiar había construido hasta el momento estaban resueltos aún con estructura metálica y este fue el proyecto que les permitió dar el gran salto. El proyecto para el Garage de la Société Ponthieu-Automobiles (1906-07) lo asume ya la empresa familiar, tras la muerte del padre, a raíz de que una circular del Ministerio regulara en 1906 las condiciones de uso del nuevo material.


Auguste Perret,
edificio de viviendas
 en la rue Franklin,
25 bis, 1903

Auguste Perret,
garage de Societé  
Ponthieu-Automoviles,
1906

Auguste Perret,
sastrería industrial Henri Esders,
1919


La visita a Notre Dame du Raincy (1923) resultó también definitiva y reveladora para poder cerrar esta primera secuencia de ejemplos. La estrecha vinculación entre la Sainte Chapelle (2ª mitad siglo XIII) situada en la áulica isla de Saint Louis y esta iglesia de la periferia de París construida programáticamente en hormigón permite claramente completar el círculo.



Saint Chapelle, 2ª mitad s. XIII

Auguste Perret, Notre Dame du Raincy, 1923


Perret se encontraba en aquellos años en el centro de la atención del debate arquitectónico francés e internacional. Observando su recorrido se puede llegar a entender las duras polémicas que mantuvo con Le Corbusier (a quien etiquetó como “discípulo de una escuela de productores de volúmenes”), con van Doesburg (descalificado por él como “un pintor que no entiende nada de arquitectura”), sus críticas a Loos, la ruptura de relaciones con «L’Architectre Vivante», que había divulgado su obra pero que cada vez estaba concediendo más espacio a las vanguardias internacionales… A pesar de todo ello, los arquitectos racionalistas no pudieron sino admirarle, y buena prueba de ello es que no dejaron de invitarle a participar en publicaciones y exposiciones, incluso formaba parte de la lista de participantes del primer CIAM en la Sarraz, encuentro al que finalmente no asistió.



Le Corbusier siempre le trató con respeto y comprensión. Recuerdo con gusto sus palabras, que entiendo pronunciadas desde la madurez que le permitía reconocer su autoridad, a pesar de no compartir su posición y de ser objeto él mismo de sus violentos fustazos: “(…) él se sienta entre dos sillas: la Academia advierte sus golpes de fusta y lo odia, y la generación que le sigue recibe sus fustazos y se entristece… Su autoridad, la autoridad que los jóvenes le han conferido, él la emplea contra ellos. Y, asumiendo la actitud de un profeta bíblico, fustiga a diestro y siniestro, se aísla tras los dos ejércitos en lucha”.



Como decía hace un momento, Perret escribe el capítulo esencial que sirve de bisagra a las experiencias que buscan en la lógica estructural el sentido de la arquitectura, tanto a aquellas que no llegaron a tiempo de aprovechar las ventajas que ofrecía el nuevo material, el hormigón armado, como a las que ya se pudieron beneficiaron ampliamente de él. El heredero natural de Perret fue Fernand Pouillon, que reconstruyó con el maestro Le Vieux Port de Marsella y, a lo largo de su azarosa vida –en la que trabajó no solo en Francia, sino también en Argelia y en Irán– desarrolló, de una forma cada vez más personal y refinada, pero siempre bajo principios estructurales aceptados, toda una serie de investigaciones donde la forma y la arquitectura funcionaban en completa integración, como bien se puede apreciar en sus tres barrios parisinos, por ejemplo en la Résidence Victor Hugo en Pantin (1963).


Auguste Perret y Fernand Pouillon
en las obras del puerto de Marsella

Fernand Pouillon, 
Résidence Victor Hugo
en el barrio de Pantin, 1963


Sin embargo, quien dio vida a un nuevo episodio en la historia del hormigón armado fue, precisamente, uno de esos discípulos que Perret tan duramente había criticado. Volviendo al eslabón central de la cadena, el edificio de viviendas de la rue Franklin, encontramos en él no solo la revelación y la conquista del nuevo material, sino las consecuencias que su empleo traerían para la arquitectura y que, sin duda, explotó después lúcidamente le Corbusier. La planta demuestra que la disposición de la estructura, concentrada en pilares, permitía variar la disposición de los tabiques en cada planta. Encontramos aquí, pues, el embrión de lo que más tarde Le Corbusier etiquetó y divulgó como “planta libre”, convirtiéndolo en uno de sus sagrados 5 puntos de una nueva arquitectura. Por otro lado, la solución tipológica que lleva a Perret a trasladar el patio trasero al que había recurrido en otros edificios anteriores, como en el edificio de la avenue de Wagram (1902), a la calle puede entenderse como un primer tanteo del tipo redan que Eugène Hénard planteó en sus Etudes sur la transformation de Paris (1903-09) sobre la idea de que los edificios se pueden independizar de la alineación de la calle al retranquearse y crear patios ajardinados abiertos a ella. Hénard proponía esta tipología para edificar las franjas lineales de aquellos terrenos que habían quedado libres tras la desinfección de las fortificaciones y Perret, cazando al vuelo la idea, la adopta en el edificio que construye en el solar adquirido por su padre. No hay más que mirar hacia adelante en la historia para reconocer en los proyectos para una Ville Contemporaine (1922) y para la Ville Radieuse (1939) de Le Corbusier la formulación a gran escala de bloques continuos plegados que proceden claramente de esta genealogía y que, a su vez, generaron otras propuestas posteriores como la Casa Bloc o los apartamentos Nirvana.



Auguste Perret,
edificio de viviendas
de alquiler en la
avenida Wagram
,  1902

Auguste Perret,
edificio de viviendas
 en la rue Franklin,
25 bis, 1903

Le Corbusier,
ville Stein en Garches, 1927

Le Corbusier, Ville Contemporaine, 1922



Pero el modo en que Le Cobusier recibe las enseñanzas de Perret no es tan literal como el desarrollo que de ellas hace Pouillon. Ambos, Perret y Pouillon, emplean el hormigón como si se tratase de un nuevo tipo de piedra, aprovechan sus ventajas estructurales con el resultado de una arquitectura sólida y resistente, como la construida en piedra, de una ejecución ejemplar, robusta, estable y consistente en la definición de todos los detalles. Una arquitectura cuya coherencia consiste precisamente en mostrar el funcionamiento de la estructura, en no ocultar uno de sus valores más profundos. La imagen que muestra el vestíbulo del Théâtre des Champs-Élysées –heredero en este sentido del ilustrado Grand Théâtre de Bordeaux de Victor Louis (1780)– resulta a este respecto suficientemente elocuente. La advertencia de la musa de la arquitectura había sido, finalmente, escuchada y plenamente asimilada.


August Perret,
Théatre des Champs Elysées, 1913

Marc Antoine Laugier,
frontispicio del
Essai sur  l'Architecture,
 1753



Nada más lejos de las intenciones de Le Corbusier. Aunque fue de Auguste Perret de quien aprendió a utilizar el hormigón armado –y a pesar de asumirlo también como material moderno por antonomasia– las oportunidades que él veía en este material no tenían nada que ver con el uso que de él hizo su maestro. El paso que Le Corbusier da respecto a Perret es de gigante: propone la revisión total de la arquitectura, empleando el hormigón armado y las consecuencias que este trae consigo –la panta libre, por ejemplo– como pretexto para desarrollar su voluntad artística, para explorar las cualidades estéticas que ésta encierra, su enorme potencial. Las reflexiones teóricas que Le Corbusier desarrolla en sus investigaciones cubistas y, a continuación puristas, tienen una aplicación directa en las plantas de sus edificios. La memoria de lo que los espacios domésticos habían sido hasta ese momento desaparece para dar paso a un nuevo concepto de habitar radicalmente distinto al que los arquitectos habían manejado hasta el momento.


Le Corbusier, cuadro cubista, 1922

Le Corbusier,
ville Stein en Garches, 1927


El mismo razonamiento se puede trasladar al alzado. Si para Perret el modo de resolver el cerramiento de un edificio consistía en plantear una fachada articulada por medio de la estructura –una piel estructural–, la propuesta de Le Corbusier de realizar una fachada libre, consecuencia primera de la desvinculación de estructura y cerramiento, convierte a ésta en una membrana tensa, igual de tensa que las alas de los aeroplanos que él tanto admiraba. Las ventanas que enrasa a haces exteriores insisten en esa condición de membrana del muro que ayuda a desmaterializarlo, a hacer que pierda su memoria tectónica. Perret ya había dejado de hacer ventanas como perforaciones en el muro, como figuras sobre un fondo, al aprovechar el hueco total que la estructura dejaba libre; pero Le Corbusier va aún más allá: extrae a los muros de fachada toda la carga estructural y dibuja sobre ellos libremente las nuevas ventanas, fruto de una operación mental y artística. El esqueleto estructural, oculto tras dicha membrana, se revelará tan solo después mediante una serie de recursos no inmediatos.

Auguste Perret,
edificio de viviendas
 en la rue Franklin,
25 bis, 1903


Mallet Stevens,
villa des frères Martel, 1927

Le Corbusier, Ville Savoye,
Poissy, 1928


En este sentido, los arquitectos coetáneos de Le Corbusier seguidores del nuevo método “cubista” diferirán claramente del camino marcado por el maestro. Por ejemplo, las casas de Mallet Stevens, que se levantan orgullosas a pocas manzanas de la maison La Roche, se presentan –independientemente de cómo resuelva la estructura– con una apariencia completamente contraria a la propuesta lecorbusieriana disociadora de estructura y piel, pareciendo más el resultado de haber cincelado un bloque macizo de piedra. El resultado: una acumulación de cubos monolíticos en los que las ventanas aparecen como perforaciones en los gruesos muros. No insisto más en el tema, ya que ésta y otras muchas cuestiones han sido ampliamente tratadas por los estudiosos de Le Corbusier como Benton, Cohen, Frampton o von Moos. Una última sugerencia –solo como apunte– para rematar este breve recorrido que acabamos de hacer por la arquitectura parisina siguiendo la hebra de la tradición estructuralista. El tema del enmascaramiento de la estructura que planteó Le Corbusier abrió nuevos caminos de interpretación e investigación que continuaron explorando los arquitectos también suizos Herzog y De Meuron. En la casa de piedra en Tavole –que no es de piedra sino de hormigón– consiguen generar un refinado equívoco intelectual, una deliberada ambigüedad, al colocar en un mismo tablero de juego la racionalidad de una estructura de pórticos de hormigón, la inflexibilidad unos tabiques interiores que asumen las alineaciones de los pilares sin tener por qué hacerlo y la masividad de unos plementos formados por muros de mampostería que repiten, literal y contradictoriamente, la imagen de los bancales que aterrazan el paisaje de la Liguria en el que la casa se integra. Ahí queda, como invitación a la reflexión sobre un tema que es, sin duda, troncal para la arqutiectura.


Herzog & de Meuron,
Casa de Piedra en Tavole, Liguria, 1982

Herzog & de Meuron,
Casa de Piedra en Tavole, Liguria, 1982